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El ladrón que robó cuatro bancos armado con un papel en San Miguel

Les mostraba una nota a los cajeros y les exigía plata. Así logró juntar unos 25.000 pesos. Intentó siete golpes pero fracasó en tres. Lo atraparon cuando regresó a una sucursal.

ladron

Los cajeros no le prestaban atención. El hombre llegaba al mostrador con una actitud ordinaria, como cualquiera que entra a un banco para pagar un impuesto o depositar un cheque de bajo monto. Cuando le tocaba su turno, apoyaba contra el vidrio una nota manuscrita. “Esto es un asalto. No hables. Pasame la plata en silencio o se pudre todo. Y estamos re locos y jugados”, decía la que usó en una oportunidad. “No toques el pánico!!! Somos 4 armados. Pasame la plata yaaaa!!!”, ordenaba otra, en referencia al botón de alarma que hay debajo de los mostradores. En al menos cuatro oportunidades se salió con la suya: le entregaron todo el dinero que había en las cajas de atención al público.

Así, apenas con las palabras que escribía en una hoja, y sin mostrar jamás el arma que supuestamente llevaba encima, en cuestión de segundos Adrián Emiliano Cardozo salía de los bancos con algunos miles de pesos y desaparecía entre la multitud. Sin embargo, la audacia se le terminó el mes pasado, cuando la Policía descifró su patrón de conducta y lo agarró cuando daba otro golpe.

De 29 años, casado, desempleado y con hijos, entre octubre de 2014 y marzo de este año Cardozo reprodujo su modus operandi al menos siete veces y tuvo éxito en cuatro. Cinco golpes los cometió en cuatro bancos ubicados en solo dos cuadras, sobre la avenida Presidente Perón, en el centro de San Miguel. Los investigadores calculan que logró obtener, en total, unos 25 mil pesos, un botín menor para lo que suele verse en robos a bancos.

Cardozo siempre iba a robar a principios de mes. A lo máximo que podía aspirar en cada golpe era a quedarse con 10 mil pesos, ya que por ley ese es el tope de lo que puede haber en una caja de atención al público. Sus botines más elevados fueron los 7.000 pesos que obtuvo en los robos del 7 de noviembre (en una sucursal del Banco Comafi) y en el del 5 de diciembre (en una del Patagonia).

Uno de los episodios en los que fracasó ocurrió el 9 de febrero de este año en el Comafi de San Miguel, donde ya había robado. Allí, un empleado de la caja alcanzó a presionar el botón de alarma que está bajo el mostrador tras leer el cartel que le mostraba Cardozo: “No toques el pánico, no se agan (sic) los héroes, estamos armados y muy nerviosos”.

Aquel día, el ladrón debió huir con las manos vacías. Había entrado en la mala y evidentemente no lo percibió. El 12 de marzo volvió a fracasar: abortó un asalto luego de mostrarle un cartelito al cajero de un Banco Francés de Caseros, en Tres de Febrero. Nadie sabe aún por qué decidió escapar.

Veinticuatro horas más tarde, Cardozo volvió a intentarlo. Y cayó detenido. Fue un viernes 13, a mediados de marzo, cuando intentó robar por segunda vez la sucursal del Banco Patagonia de San Miguel. A esa altura, la Policía ya tenía cuatro denuncias dentro de esa jurisdicción y registraba otras dos por el episodio de Caseros y por un golpe que sí había logrado concretar en un Banco Francés de Pilar, el 10 de febrero.

La Policía intuía que Cardozo volvería a San Miguel, el territorio donde más éxito había tenido. Y había desplegado más de 20 agentes vestidos de civil en la zona de bancos de la avenida Presidente Perón, tanto adentro de las sucursales como afuera. Habían visto los videos registrados por las cámaras de seguridad de las sucursales donde había robado y ya conocían bien la cara del ladrón.

Cerca del mediodía de aquel viernes, los agentes encubiertos que vigilaban la zona por fin dieron el alerta: Cardozo merodeaba por allí. Un policía que esperaba en el Banco Patagonia mezclado entre los clientes lo vio entrar.

Llevaba una remera gris a rayas rojas y celestes, zapatillas negras y, como en casi todos los hechos anteriores, cargaba una mochila. Detrás de él entraron al banco otros 10 hombres, que bloquearon la salida. Eran policías. Cuando al ladrón le llegó el turno de pasar a la caja 1 y mostró la nota, los agentes de civil lo agarraron.

Al menos ese día, la nota que llevaba Cardozo mentía al asegurar que estaba armado: en su mochila apenas tenía la tarjeta SUBE, para escapar en colectivo, y una remera azul, que seguramente se iba a poner tras el robo para confundir a quienes salieran a buscarlo.

“Su clave era asustar y actuar sobre la sorpresa de los cajeros”, remarcó a Clarín uno de los policías que lo investigó y atrapó.

Los cajeros admitieron ante los investigadores que no le prestaban atención al cartel hasta que leían la amenaza. Algunos pensaban en un primer momento que era alguien con dificultades para hablar y que usaba un papel para comunicarse. Enseguida se sorprendían y se asustaban cuando comprendían el mensaje. Por eso, explicaron, le entregaban el dinero.

El estilo de Cardozo era un enigma para la Policía hasta que el 9 de febrero de este año fracasó en el Banco Comafi de San Miguel. Fue un punto de quiebre para los investigadores. “Ahí notamos que volvía a los lugares adonde había logrado llevarse plata. Se sentía cómodo allí”, analizó uno de los agentes que participó del operativo en el que cayó preso.

Ahora Cardozo está imputado en diferentes causas judiciales en distintos partidos del Conurbano. Sólo en una fiscalía de Malvinas Argentinas está acusado por cinco delitos. Allí están buscando la forma de imputarle el uso de armas en algunos episodios donde sus notas indicaban que estaba armado, a pesar de que nunca exhibió ninguna. La idea es que se le pueda aplicar una pena más alta que la que prevé el robo simple (hasta seis años).

Salvando las distancias, a muchos investigadores el estilo de Cardozo les recordó el del llamado “Robo del Siglo” contra el Banco Río de Acassuso, ocurrido en enero de 2006 (ver Boquetes…), donde los ladrones se preocuparon por llegar al botín sin tener que disparar un sólo tiro.

Fuente: Clarin

20/04/2015

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